El cuerpo es un instrumento de resonancia. Mi relación con mi
cuerpo es similar a la que tengo con mi pintura. A veces me ocupo de él,
a veces lo olvido. Pero es autónomo como lo es también mi pintura y su
capacidad de resonar a veces queda en suspenso. Tan sólo cuando penetro
mi pintura, ella vuelve a cobrar significado. Cuando la veo desde afuera
ella se apaga. Me pregunto cómo podría llegar a resonar en el
espectador cuando cada vez se vive la experiencia artística de una
manera desapegada, muy controlada por la razón. Creo que un símil que podría ser significativo es el de la
obra-cuerpo como el instrumento mágico y el espectador como el
intérprete.
La pintura al igual que la escritura es una forma de expresión del
hombre que desaparecerá cuando desaparezca la raza humana. Veo a mis
hijas pintar y noto que en ella encuentran una manera de expresarse
similar a la de la palabra y a veces con más magia.
De pronto, para bien de la pintura, dejó de ser la superestrella como
con Picasso y Matisse. O menos comercial de lo que lo fue hasta 1989.
De pronto ha ocupado el lugar que le corresponde, uno donde se tocan más
las fibras del sentimiento y del pensamiento, de relaciones de
comunicación más lúdicas, más lúcidas, más exigentes con nosotros
mismos.
Dentro de las cosas que he leído recientemente me ha llamado la
atención la relación continua entre el cerebro límbico y el corazón. Se
especula que el corazón tiene neuronas. Eso me obligó a cuestionar algo
que tenía como una certeza, que el cuerpo era el instrumento con el que
el cerebro se desplazaba. Actualmente considero más mi cuerpo, tengo más
conciencia de él. Mi pintura tiene algo de corpóreo. Se asemeja a la de
hace casi treinta años. Hay muchos elementos de mi pintura actual que
han sido recobrados de diferentes períodos de mi trabajo.
Esta serie se inició con unas especies de cartografías que vinieron después de la exposición Camino.
Con grafías que se asemejaban a las últimas escrituras y dibujos de mi
madre cuando se vio muy afectada por lo que se creía inicialmente una
isquemia y que en realidad se trataba de un tumor en el cerebro. Mi
madre dibujaba con una inmensa concentración y eso que parecerían trazos
gratuitos, eran el fruto de un poderoso y doloroso proceso. En mi caso
ocurre algo similar, donde cada línea me exige un gran esfuerzo que va
más allá de la conciencia y que surge del sentimiento. Son marcas del
sentimiento.
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