Ante todo el Dr. Otto Rank me pidió que dejara mi diario sobre su mesa, en otras palabras, que no lo usase como un escondrijo, como un lugar para los secretos, como algo separado de la vida. Me di cuenta de que había trasladado el problema de la vida humana al problema de la voluntad creadora, y que contaba con esta voluntad para que encontrara sus propias soluciones. Él estaba desafiando mi voluntad creadora, y tras haberla fortalecido yo empecé a cambiar mi vida personal. El cambio vino de mi interior; era una fuerza que podía resolver conflictos y dualidades. Por esto concedo al artista tanta importancia, porque posee esta fuerza desde el principio. Incluso en los períodos más oscuros de la historia de la sociedad, los acontecimientos externos podrían cambiarse si tuviéramos un centro. Solamente en el mundo privado podemos aprender a transformar lo feo, lo terrible, los horrores de la guerra y la maldad y crueldad del hombre en una nueva clase de ser humano. No estoy hablando de esconder la cabeza o de huir. No podemos apartarnos de la historia social porque es necesario mantener nuestras responsabilidades ante la sociedad, pero necesitamos crear un centro de fuerza y resistencia frente a las decepciones y fracasos de los acontecimientos externos. Hoy día estoy trabajando por causas que considero que valen la pena, pero esto ocurre en el mundo de la acción, y el mundo del que extraemos nuestra sabiduría, nuestra lucidez, nuestra fuerza para actuar y nuestro valor, es este otro mundo que no es un escape, sino un laboratorio del alma. Este mundo interior es el que el Doctor Rank deseaba vernos crear, y para ello tenía que librarnos del sentido de culpabilidad, innato en nosotros, orientándonos hacia el desarrollo individual.
Anaïs Nin
"Verdad y realidad", Ser Mujer
Editorial Debate, Madrid (1981)
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