"Dice un amigo poeta que hay algo en el paisaje venezolano, en el aire, en la luz, que le impide a mucha gente, incluído a él, irse para siempre de este país. Mi amigo dice esto sin ninguna gota de patriotismo ni de cursilería: lo plantea como un hecho irreversible, casi como si fuera una condena. En una nación donde pasan tantas cosas malas y al mismo tiempo la vida diaria puede ser tan difícil, existe al mismo tiempo esa maravilla natural que lo ata a uno, que lo llena de recuerdos, de vínculos, de mensajes sin palabras que aparecen cuando hay exilio, desesperación, soledad. Es tan poderoso el influjo de ese paisaje que ayuda a compensar los golpes que nos tiran a la cara la estupidez y la crueldad que tanto abunda en este territorio.
Nuestra iconografía nacionalista, nuestra cultura popular y lo que podemos tener como imaginario colectivo constatan, con distintos grados de profundidad y de precisión, el poder que el entorno físico de este país ha causado siempre entre quienes vivimos aquí y quienes visitan estos parajes. No voy a ponerme aquí a enlistar una vez más lo que se ha dicho sobre este territorio desde 1498; sólo pretendo dejar constancia de cómo es de fuerte ese aguacero de imágenes, de sensaciones y de memoria, que hasta se introduce en los resquicios de lo más íntimo de cada uno de nosotros. O al menos de quien se permite prestar atención.
Yo no sé que va a pasar conmigo pero sé que de donde esté o haciendo lo que sea voy a recordar siempre el ángulo con que las luces de Orión se recuestan sobre la Cordillera de la Costa, las espigas de la caña de azúcar en Aragua, los lomos de los delfines sobre el agua plateada de Mochima...toda esa exuberante galería de recuerdos que una familia viajera tuvo la sabiduría de regalarme desde muy chamo, cuando me llevaban a ver cómo olían los manglares de Morrocoy, cuál era la temperatura del aire de las sabanas de Cinaruco a las cinco de la tarde en verano, o en qué consistía ese paraje exótico del páramo merideño, con sus plantas que me recordaban a Perdidos en el espacio y sus nubes portátiles a ras del musgo.
Tal vez parte de la tragedia histórica venezolana consista en cómo hemos desperdiciado o deshonrado ese paisaje, que tanto decimos querer y tanto maltratamos. Y tal vez parte de nuestra curación, de nuestro crecimiento como personas y como ciudadanos, pase en buena medida por aprender a respetarlo. Para mí ser de aquí es estar consciente de ese prodigio que nos rodea y que resiste toda nuestra hostilidad."
El Nacional, 26 de Febrero, 2012
Comments