un país llamado Cadenas::a country called Cadenas

 A la luz del homenaje que se le ha hecho esta semana a Rafael Cadenas en el Festival de Poesía de Madrid (Poemad), vale la pena hacer algunas reflexiones sobre la gravitación de una obra que ha representado, por qué no decirlo, la más importante aventura textual de estos tiempos. Sus poemas nos acompañan como talismanes desde 1958, con la aparición de Una isla, y ya son cinco décadas de cercanías, revelaciones, renuncias, lecciones o aprendizajes. Mi generación, particularmente, ha crecido con esta poesía, ha bebido de ella, ha hecho suya todas las sonoridades. Es nuestro poeta por antonomasia, nuestra secreta compañía, nuestro mascarón de proa. Se me dirá que este ensalzamiento nada tiene que ver con una poesía que reseña la humildad, que busca lo esencial de la vida, que se aparta de aspavientos, que ve en el yo –esa sacrosanta institución de Occidente– una gran trampa. Pero quizás nuestros accidentes históricos, nuestra ruina política y moral, ha visto en esta poesía del despojamiento, paradójicamente, una tabla de salvación. Nunca pensó Cadenas que su poesía pudiera significar tanto para tantos lectores que la buscan o que encuentran refugio en ella. 
Pero nuevamente son las circunstancias las que han obrado para que esta conjunción sea así.Valga también decir que el referente país, de cara al apetito de las vanguardias, ha significado poca cosa. Se le relegaba, se le desdeñaba, se le guardaba en el cajón de los objetos perdidos. Pero esta convicción también mostraba que nadie valora lo que ya tiene, como el aire que respiramos. El país, digamos, es un fait accompli, es el armario donde colgamos la ropa. Con esa seguridad, con ese terreno firme, la literatura avanza en libertad plena, pendiente de su propia evolución, rasgando las vestiduras del conservadurismo y sembrando flores en la cabeza de los obtusos. Hasta que, por supuesto, el país cesa, se detiene, se disuelve, que es lo que ahora ocurre. Nos quitan la pista desde la que despegábamos, nos ocultan las certezas, nos disuelven la cultura que nos explicaba o nos exponía. La libertad con la que una obra como la de Cadenas ha crecido o evolucionado para criticar el sentido de posesión, los tontos afanes, la vanidad, los modos superfluos de la vida de hoy, y apostar más bien por la trascendencia, por la llama que es todo ser, por una condición más celestial y menos terrenal, también cesa o se suspende sin las certidumbres que nos parecían naturales, eternas. Y es en estos últimos años cuando, sorprendentemente, sin que estuviera destinada a ello, la obra de Cadenas, a falta de país, crece entre adeptos y lectores para constituirse en un país alterno, con geografía propia, con habitantes, con sentimientos, con certezas. Ocurre así con las grandes obras cuando los sostenes que las postulaban desaparecen.
Antonio López Ortega, EL NACIONAL, 23 de Octubre, 2014
In light of the tribute to Rafael Cadenas that has taken place this week at the PoeMad Poetry Festival in Madrid, it’s worth reflecting on the gravitation of an oeuvre that has represented, why not say it, the most important textual adventure of these times. His poems accompany us like talismans since 1958, with the apparition of Una isla, and it has already been five decades of closeness, revelations, renunciations, lessons or apprenticeships. My generation, in particular, has grown up with this poetry, has drunk from it, has made all of its sonorities its own. He is our poet par excellence, our secret company, our figurehead. Some might say this praise has nothing to do with a poetry that describes humility, that seeks the essential in life, that removes itself from exaggeration, that sees the I sacrosanct institution of the West— as a great trap. But maybe our historical accidents, our political and moral ruin, have seen in this poetry of abandonment, paradoxically, a last resort. Cadenas never thought his poetry could mean so much to so many readers who seek it or find a refuge in it. But once again it has been the circumstances that have labored for this conjunction to exist.

It’s also worth noting that the referent of the country, faced by the avant-garde, has meant very little. It was disdained, it was kept in the vault for lost objects. But this conviction also revealed that no one really values what they already have, like the air we breathe. The country, let us say, is a fait accompli, it’s the closet where we hang our clothes. With that security, with that firm ground, literature advances with complete freedom, concerned with its own evolution, expressing outrage at conservative ideas and planting flowers in the heads of the obtuse. Until, of course, the country ceases, stops, dissolves, which is what is happening now. They are taking away the strip from which we would lift off, they hide certainty from us, they dissolve the culture that explained us and gave us exposure. The freedom with which an oeuvre like Cadenas’s has grown and evolved to critique the sense of possession, the foolish urges, the vanity, the superfluous ways of life today, and has advocated, instead, in favor of transcendence, of the flame that is all being, of a condition that is more celestial and less earthly, while it also ceases or suspends itself without the certainties that have seemed natural, eternal to us. And it has been in these last few years when, surprisingly, without being predetermined, that the work of Cadenas, faced with the lack of a country, grows among adepts and readers to constitute itself as an alternate country, with its own geography, inhabitants, feelings and certainties. This is what happens with great works when the sustenance that postulated them disappears.
Translation Guillermo Parra, Venepoetics
Antonio López Ortega, El Nacional, 23 October 2014

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