Una tarde tenía el trabajo de preparar una tela de 0,60 x 0,45 mts. aproximadamente. El soporte era de arpillera o yute crudo, y la preparación consistía en aplicar dos manos de una mezcla de blanco españa, blanco de zinc, aceite de linaza y cola de carpintero, entre otras cosas. La verdad es que aquello parecía u olía como las ollas de las brujas de
Macbeth en el primer acto. El taller de Rafael Monasterios quedaba en el segundo piso (el balcón) y enfrente del taller de don Pedro Angel González, del cual también era alumno. Estaba yo ocupado dándole la primera mano a mi tela cuando en eso hizo su aparición en la sala nada menos que
Armando Reverón, quien nunca fue profesor regular de la Escuela pero de vez en cuando se daba una vuelta por allá para conversar con sus amigos y ver los trabajos de los alumnos.
Esa tarde entró
Reverón al taller. Era un hombre de mediana edad y estatura, algo magro y muy nervioso. Se desplazaba casi a pequeños saltos, como un pájaro. Vestía un traje de drill blanco y llevaba corbata negra. Los pantalones le quedaban por encima de los tobillos, al estilo "brincapozos", como se decía entonces. Esa vez se acercó donde yo estaba trabajando y me preguntó:
----¿Cómo te llamas tú?
Le di mi nombre y luego él volvió a interrograme:
----¿Y qué estas haciendo ahí?
----Estoy preparando una tela----respondí.
Hubo una breve pausa y luego me dijo, antes de irse (nunca más lo volví a ver):
----¿Sabes una cosa Manuel? Preparar la tela ¡ya es pintura!
Recuerdo bien que hizo énfasis en la última frase. En ese momento no entendí su observación y para mis adentros llegué a preguntarme intrigado:"¿preparar la tela ya es pintura?;¿y cómo, si ahora es cuando a este cuadro le falta?". Yo no entendía que el cuadro podía salir de una vez, como una iluminación, sin mayores artificios ni tramoyas. Entonces no entendía, y sólo ahora he comenzado a aproximarme a esta reflexión. Sin embargo, para descorrer ese velo ha sido necesario transitar un largo camino de apropiaciones, fracasos y renuncias; si, porque en la pintura, tal vez más importantes, aunque dolorosas, son las renuncias que las conquistas y apreciaciones. La renuncia exige un despojamiento para quedarse solo (solo de soledad) con una presencia íngrima y desnuda. Pero es difícil, porque en este caso ya no se pinta pensando en la celebridad sino en la verdad, y la verdad puede ser la encarnación de una virtud o la presencia de un silencio, una soledad o una ausencia.
Preparar la tela, ¡ya es pintura!
Cuaderno de Pintura, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas (2010)
One afternoon I had the job of preparing a canvas of approximate 0.60 x 0.45 meters. The support
was crude burlap, and the preparation consisted in applying two coats of a mixture of whiting, zinc oxide, linseed oil and wood glue, among
other things. The truth is that it looked like or smelled like the the witches' cauldron of the first act in Macbeth. Rafael Monasterio's workshop was on the second floor (the balcony) and opposite Don Pedro Angel Gonzalez's workshop, of which I was also a student. I
was busy giving my canvas a first coat when in came none other than Armando Reverón, who was never a regular professor
of the School but occasionally came around to chat with his friends
and see the student's work.
That afternoon Reverón came in the workshop. He was a man of middle age and height, rather lean and very nervous. He moved around in small hops, like a bird. He wore a white drill suit and had a black tie on. The trousers were above the ankles, "brincapozos," as they said in Venezuela at the time. He approached me where I was working and asked:
----¿What is your name?
I gave him my name and then he asked again:
----¿And what are you doing here?
----I am preparing a canvas---- I said.
There was a brief pause and then he said, before leaving (I never saw him again):
----Do you know something, Manuel?----To prepare the canvas, that is painting already!
I remember well that he emphasized the last sentence. At
that time I did not understand his remark and I wondered intrigued, "To prepare the fabric, that is painting already?; and how, if there is so much to be done on the canvas?". I did not understand how the picture could come out at once, like an illumination, without further tricks or props. I did not understand then, and only now I have begun to approach this idea. However,
to draw aside the veil it has been necessary to go a long way through
appropriations, failures and withdrawals, yes, because in painting, perhaps
more important, though painful, are the disclaimers that the gains and
insights. Renouncement requires stripping to be alone (truly alone) with a naked and lonely presence. But
it is difficult, because in this case you no longer paint thinking about fame, but in truth and the truth may be the embodiment of a virtue
or the presence of a silence, a solitude or an absence.
Prepare the fabric, it's paint!
A painting notebook, Monte Avila Editores Latinoamericana, Caracas (2010)
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